
Cuando en Gestalt defendemos la importancia de vivir en el aquí y el ahora, nos referimos al valor de mantener una presencia consciente de si misma. Una presencia que fluya lo más libre posible de los condicionamientos del pasado y de la tendencia a anticipar el futuro.
Las experiencias pasadas opacan nuestra manera de interpretar el mundo, condicionan nuestros temores por el futuro y nos alejan de los otros al juzgarlos bajo el recelo de personajes pasados.
Cuando el pasado contamina así nuestro filtro, ¿podemos decir que vivimos en el aquí y el ahora? ¿o mas bien estamos atascados sin conciencia en lo que sucedió “allí y entonces»?
Vivir en el aquí y el ahora es la capacidad de relacionarnos con aquello que es real. Es juzgar a los otros por lo que dicen y hacen, en lugar de hacerlo por lo que suponemos que dirán o harán. Es preguntar cuando no entendemos y pedir cuando necesitamos, en lugar de esperar que los demás sapan lo que nosotros mismos no somos capaces de expresar. Vivir en el presente es dejar un espacio vacío para conocer lo único de cada situación, en lugar de etiquetarlo bajo categorías conocidas.
Cuando en terapia volvemos sobre nuestro pasado no lo hacemos para lamentarnos ni para buscar culpables. Lo hacemos para dejar de recrear inconscientemente en nuestros hijos, en cada nueva pareja o circunstancia, las situaciones inconclusas que arrastramos.
Volver sobre nuestro pasado es la única manera de liberarnos de él.
Para soltar el pasado es necesario comprender, expresar y procesar las emociones que un día barrimos debajo de la alfombra y replantearnos decisiones que condicionan negativamente nuestro funcionamiento actual. Solo así podemos soltar lo que pasó «allí y entonces» y relacionarnos con la experiencia única e irrepetible del «aquí y el ahora».