
El pasado…esa palabra que expresa la idea de algo que ya se fue… y sin embargo, si nos atrevemos a ver con una mirada honesta, no se va… Se van las situaciones empujadas por las manillas del reloj, se van los días, las personas, las etapas… pero el pasado permanece en nosotros grabado, construyendo piedra a piedra el edificio de lo que somos hoy y de lo que es nuestra vida…
Nuestras experiencias adultas no son inocuas, dejan huella en ese edificio, pero una huella más flexible al cambio que las vivencias de nuestra infancia. Los registros de nuestras experiencias tempranas son más resistentes. Tienen que serlo, puesto que son el esqueleto, la estructura sobre la que nos sustentamos.
Cuanto más dañinas sean esas primeras experiencias y los registros que han dejado más precaria será nuestra estructura, pero aun así lucharemos por mantenerla pues es lo único que mantiene nuestro equilibrio.
El pasado pasó y nada puede cambiar lo que fue.
Cuando hacemos terapia y revisamos eso que fue, no lo hacemos para rebelarnos contra la realidad del reloj, ni para buscar culpables o regocijarnos en daños y tristezas…lo hacemos para dar con la pieza que malogró en parte esa construcción que somos… y creeme que esa pieza siempre está muy atrás…después, piedra sobre piedra. Patrones, hábitos, costumbres, rasgos de carácter, yo soy asies… piedras y mas piedras sobre un cimiento dañado.
A mi modo de ver, las diferentes orientaciones en psicoterapia se diferencian en gran medida por la capa en la que intentan reconstruir ese edificio mal formado. Algunas, como las cognitivo conductuales o las constructivistas, apuntan directamente a la azotea y nos ayudan a poner orden desde el entendimiento. Ese es un paso útil y necesario, pero a mi modo de ver, insuficiente para generar cambios sólidos en nuestro comportamiento.
A muchas personas eso no nos vale.
Si uno profundiza suficiente en el trabajo personal, acaba comprendiendo, sintiendo, experimentando, que la mayor parte de nuestra energía vital está al servicio de mantener en pie un edificio patológico. Eso es como decir que en lugar de poner nuestra energía en la vida, vivimos para sostenernos en pie.
La psicoterapia por la que yo apuesto es aquella capaz de sustituir nuestros registros dañinos por otros saludables que no conocimos, transformándonos de tal modo que los cambios ocurran solos, como reflejo de lo que soy sin esfuerzo por serlo. Claro que pueden atenderse conflictos puntuales y dilemas vitales de menos envergadura, pero la psicoterapia profunda debe apuntar a cambios estructurales.